Por Dr. Salam Al Rabadi
Traducido por el Equipo de la SAEEG, Argentina, 2021.
Según los informes de la OIT, la epidemia de Covid-19 ha causado graves daños al sector laboral, con más de 250 millones de puestos de trabajo perdidos, sin mencionar el impacto negativo de la pandemia en términos de desaceleración o reversión de la tendencia del aumento de los salarios en todo el mundo, que afectó a los trabajadores con salarios bajos[1]. Además de la creciente desigualdad entre ricos y pobres y el aumento de la tasa de pobreza, hay que reconocer que la evolución económica actual y el proceso de crecimiento del libre comercio siguen creciendo lejos del mercado laboral y tienen una Impacto negativo en el nivel de igualdad y justicia social.
En este contexto, cabe
señalar que la problemática básica en el mundo moderno en una relación
equitativa entre el desarrollo sostenible y el crecimiento económico es el
problema de la brecha entre ricos y pobres. Por lo tanto, debemos
preguntar:
¿Estamos
en la era de la economía para la economía y no para la comunidad?
Los hechos
basados en el interés público siguen siendo el criterio principal para evaluar
una política económica exitosa. Por lo tanto, lejos de teorizar y de acuerdo
con las estadísticas y datos sobre la brecha económica, y si tenemos en cuenta
que la mayor proporción de ciudadanos son trabajadores o empleados que trabajan
por salarios, podemos decir que la economía ya no funciona en beneficio de las
sociedades. Como ha quedado claro, la brecha entre los empresarios y las
personas adineradas, por un lado, y los salarios de los trabajadores, por otro,
incrementará las dudas sobre la seguridad de la sociedad.
En
consecuencia, si la libertad de comercio y la circulación de capitales es lo
que asegura el crecimiento y la prosperidad, y si los objetivos de la
Organización Mundial del Comercio (basados en la competencia, aboliendo las
restricciones cuantitativas, unificando todas las tasas y haciendo del mundo
una zona de libre comercio), entonces es necesario preguntar:
¿Estas
políticas y objetivos conducirán a una profundización de la crisis del mercado
laboral? ¿O servirán como punto de cambio y transformación positiva?
Es lógico
decir que estos objetivos aumentaron en primer lugar la intensidad de la
competencia entre países (ya sean industrializados o en desarrollo), lo que
inevitablemente condujo a resultados desastrosos en términos de altas tasas de
recortes salariales y la erosión de su valor adquisitivo. Como todos los
esfuerzos realizados por políticos y economistas para encontrar alternativas a
la pérdida de oportunidades de empleo en todos los sectores no lograron los
resultados deseados, cuanto más libre sea el ritmo de crecimiento comercial (en
bienes y servicios), mayores serán las dificultades a nivel del mercado
laboral, donde hay una reducción y racionalización que conducen a la pérdida de
valor de la mano de obra humana. En este contexto, debe señalarse que no existe
una globalización real con respecto al mercado laboral.
En
consecuencia, muchas de las políticas aplicadas no condujeron a un aumento del
bienestar de las sociedades, sino que empeoraron el estancamiento de la
situación social y la brecha entre ricos y pobres.
Por
ejemplo, una disminución de los salarios en los precios de las materias primas
se refleja positivamente en primer lugar (y directamente) en el consumidor rico
o de altos ingresos, que no ha perdido nada de sus ingresos como resultado de
la reducción del costo de producción. Por el contrario, son las clases medias y
bajas las que pierden gran parte de sus ingresos y, por lo tanto, son las más
afectadas negativamente.
En
consecuencia, y de acuerdo con las repercusiones económicas de la pandemia
“Covid-19”, actualmente es imposible evitar e ignorar la investigación sobre un
dilema:
¿Quién
soporta más la carga económica: el capital o los trabajadores?
Sobre la
base de los axiomas de las políticas económicas actuales, es lógico decir que
los gobiernos aumentan la carga impositiva sobre el sector laboral. Además, las
exenciones fiscales y las facilidades proporcionadas por los gobiernos a las
empresas transnacionales conducen a una disminución de los ingresos financieros
del Estado, que compensarán aumentando los impuestos a otras clases sociales, o
reduciendo los servicios sociales y la atención médica.
Por lo tanto,
queda claro que si en el pasado la ecuación económica y financiera reflejaba
cada vez más la creciente brecha entre ricos y pobres, centrada en el
principio: los ricos se vuelven más ricos y los pobres se vuelven más pobres,
ahora, a la luz de los nuevos hechos y desarrollos, esta ecuación ya no es
suficiente para explicar los cambios. Habría una nueva ecuación (o fórmula)
basada en el principio: ¿los ricos se enriquecen y los pobres se empobrecen a
un ritmo más rápido?
Como no es
del todo sorprendente que sepamos que hay mayor velocidad en proveer fondos
para solucionar cualquier crisis financiera y económica mundial en comparación
con el hecho de que hay extrema cautela y escozor cuando se trata de financiar
programas humanitarios relacionados con la ayuda a las comunidades menos
afortunadas (desfavorecidas y marginadas) por la pobreza y la indigencia. Por
ejemplo, sólo necesitamos decenas de miles de millones anuales para erradicar
el hambre y la desnutrición en todo el mundo. Y las Naciones Unidas han
aprobado varios programas para lograr este objetivo. Pero estos programas
siguen en papel sólo por falta de disponibilidad de los fondos necesarios.
Por lo
tanto, todas las soluciones económicas y políticas relacionadas con los
desafíos de la pandemia “Covid 19” deben basarse, en mayor medida, en la
capacidad de apoyar todas las políticas relacionadas con la salvaguardia de los
intereses de la clase trabajadora y de los pobres. La cuestión central debe
basarse en la crítica lógica de la existencia real de pobreza y desigualdad, ya
sea a nivel mundial o local.
Estos
hechos trágicos (lejos de las dimensiones ideológicas en el estudio y la
evaluación de la economía global) nos ponen frente a la siguiente pregunta
dialéctica lógica: ¿El problema radica en las prioridades estratégicas y las
opciones para los Estados? ¿O es, de hecho, el problema de las posibilidades
reales de que disponen los Estados?
En
resumen, la posibilidad de lograr un renacimiento real que alivie a los pueblos
de la pobreza y de la impotencia material depende del tipo de pensamiento
económico que se debe perseguir, ya que necesitamos nuevas visiones que
respondan a las necesidades y a las capacidades de las sociedades. En
consecuencia, esto requiere dirigir una crítica intelectual de cómo interactuar
y lidiar con el liberalismo neoeconómico, porque ya no es lógico y aceptable
tratar esta realidad sólo por razones ideológicas (ya sea a favor o en contra)
sin la existencia de programas económicos prácticos, donde es necesario
enfrentarse a una dialéctica o problemática:
¿Por qué
hay tantas ideas sobre cómo distribuir los ingresos, pero no hay muchas ideas
sobre cómo generar dichos ingresos?
[1] Véase:
«Covid-19 and the world of work: Updated estimates and analysis», Seventh
edition, International Labour Organization, Monitor (ILO), Geneva,
January 2021. Look: https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/@dgreports/@dcomm/documents/briefingnote/wcms_767028.pdf [consulta:
27/04/2021].