Salam Al Rabadi.
Si consideramos que las guerras arancelarias y de materiales raros entre China y Estados Unidos, o las guerras en Ucrania, Gaza, Líbano, Yemen y Siria, han podido plantear serios interrogantes sobre el equilibrio de poder global. Pero aquí debemos tener presente, contrariamente a lo que suele ocurrir entre muchas élites académicas, que los cambios en el equilibrio de poder en las relaciones internacionales ya no están sujetos en gran medida a un "juego de suma cero"; por el contrario, se han convertido en un "juego de suma no cero".
Esto significa que el aumento de la influencia,
autoridad y poder de un país no significa necesariamente que otros países
perderán completamente su influencia, autoridad y poder. Además, el hecho de
que un país sea el más poderoso ya no significa en absoluto que sea el único
país que posee o monopoliza el poder y la influencia.
Por lo tanto, todas las
proposiciones que indican y predicen el declive o el ascenso de las potencias
globales siguen sujetas a debate e incertidumbre. Donde no existe ningún método
científico que permita hacer predicciones precisas sobre el futuro del sistema
global.
En este contexto, podemos abordar el problemático de intentar comparar el creciente poder de China y la posición decreciente
de Estados Unidos. Aquí debemos llamar la atención sobre el hecho de que
este declive se debe más al cambio en la naturaleza del sistema global que a la
debilidad militar o política de Estados Unidos, o a ambas. Esto es resultado de
la inevitabilidad de los profundos cambios y transformaciones que ha
experimentado la estructura de la sociedad global.
Está claro que las relaciones
internacionales contemporáneas se basan ahora en un sistema con poder
distribuido más que concentrado en una dirección, ya que existen intersecciones
y entrelazamientos de intereses e influencias. Pero a pesar de todos estos
hechos, no podemos ignorar la dialéctica básica:
¿Cómo es posible que la influencia real del poder
estadounidense no durara más de 25 años?
Además, basándose en conclusiones
extrapoladas relacionadas con la caída de los imperios o la realidad actual de
la política mundial, está claro que el declive relativo del poder
estadounidense continuará independientemente de los intentos de corregirlo. En
consecuencia, las preguntas más lógicas pueden centrarse no en si China se
convertirá en la primera superpotencia del mundo, sino :
1- ¿Cuándo sucederá eso? Y ¿China
realmente quiere o piensa en asumir la responsabilidad del liderazgo mundial?
2- Y si China tiene ese deseo, ¿está
dispuesta a hacerlo? ¿Esto sirve a sus
intereses estratégicos en el momento actual?
Según de las repercusiones de las recientes
guerras, conflictos y crisis a todos los niveles (político, económico y
cultural), es posible abordar los problemáticos de clasificación del sistema
global, que están vinculados a los términos unipolaridad o bipolaridad, que han
perdido su significado. Parece difícil ver un sistema global controlado
por uno o incluso dos polos. Esto se debe a muchos factores
cualitativos, ya sean militares, económicos, políticos, culturales,
ambientales, tecnológicos, etc., que se han convertido entre los determinantes
más importantes de las relaciones internacionales, incluidos, entre otros:
·
No existe un solo país que goce de superioridad en todos los elementos
del poder.
·
La era del conocimiento que traspasa fronteras políticas, culturales y
de seguridad.
·
Fenómeno del terrorismo en todas sus manifestaciones.
·
La cuestión ambiental y el cambio climático en todos sus aspectos.
·
Las problemáticos demografía y migración.
·
Dilemas de la inteligencia artificial y el progreso científico y
tecnológico a todos los niveles.
·
La interconexión y multiplicidad de influencia de muchas fuerzas dentro
de la economía global.
·
Cambios radicales en los estándares para medir las capacidades militares
y de seguridad.
Por lo tanto, se puede decir que el
mundo de las relaciones internacionales hoy está sujeto a un sistema apolar.
Como resultado del patrón inevitable de cambios que han aumentado el alcance de
las complejidades asociadas con las cuestiones del terrorismo, el medio
ambiente, la tecnología, los medios de comunicación, los materiales raros,,
virus reales y electrónicos, etc. Este patrón sustenta el sistema no polar
según varias tendencias o caminos, que incluyen:
1-
Muchos flujos se producen fuera del control de los
estados y, por tanto, limitan la influencia de las grandes potencias.
2-
Algunos desarrollos sirven a los Países regionales
y aumentan su margen de efectividad e independencia.
3-
La existencia de enormes riquezas e influencias
sujetas al control de nuevas fuerzas activas, como organizaciones no
gubernamentales, corporaciones transnacionales, movimientos políticos,
individuos,…etc.
A la luz de lo anterior, que actualmente nos encontramos en una era
muy alejada de las clasificaciones clásicas asociadas al término polaridad, sin
mencionar la dificultad de comprender plenamente las enormes transformaciones
estructurales en la estructura de la economía global y la realidad de la
política internacional.
Por tanto, hay que tener en cuenta que
aunque el sistema apolar es inevitable, requiere precaución, ya que puede
generar más aleatoriedad e inestabilidad. Donde lógicamente, el problemático
ahora reside en cómo encontrar el tipo de equilibrios y entendimientos
asociados con la configuración del mundo no polar.
En el contexto de hablar de equilibrios,
debemos recordar el hecho de que el sistema de regularidad no surgirá por sí
solo ni de forma automática. Incluso si se deja que el sistema apolar
funcione según su aleatoriedad o espontaneidad, esto lo hará más complejo y
peligroso y, por lo tanto, avanzará hacia más caos y absurdo. En
consecuencia, la atención debe dirigirse a los riesgos potenciales, donde un
orden mundial apolar complicará la diplomacia política y las alianzas perderán
gran parte de su importancia, porque requieren una visión estratégica para
enfrentar amenazas y compromisos predecibles.
Pero,
lamentablemente, no se espera que todos estos estándares estén disponibles en
un mundo no polar. Sobre esta base, resulta extremadamente difícil predecir
escenarios políticos futuros,lo que parece una tarea científica de enormes
proporciones, que nos obliga a adoptar y plantear una serie de preguntas sobre
la naturaleza de las potencias capaces (en concreto, China) de tomar la
iniciativa y asumir la responsabilidad del liderazgo global a la luz de un
sistema no polar.